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«A mediados de 1984, recién llegada a Urdinarrain contratada como “Asistente Social”, responsable de Acción Social del Municipio y único personal de dicha oficina, comencé a conocer la realidad local y desplegar los primeros lazos con la comunidad.
En la ciudad y zona de influencia no había Trabajadoras Sociales. Por esta razón todas las problemáticas se planteaban en el área a mi cargo: salud, educación, vivienda, discapacidad, violencia, adicciones, entre otras. Tampoco existían dependencias Municipales que colaboraran en su abordaje. Coordinaba con el Hospital y escuelas de Urdinarrain, colegas del Hospital “Centenario” de Gualeguaychú, IAPV, Defensoría de Menores, Consejo Provincial del Menor, etc.
Hasta ese momento, el Municipio no contaba con un área específica de Acción Social. El encargado de atender estos temas era un empleado, también responsable de las oficinas de Tránsito y Catastro. Hugo, con mucho conocimiento de la ciudad y sus habitantes, fue el referente que me facilito el acceso al territorio. No tenía formación en cuestiones sociales, pero era una persona de este pueblo, con muchos años en esta comuna y por esta razón fue, durante un tiempo, una de las fuentes de consulta sobre la realidad local, los vecinos, sus historias, sus problemas. La tarea que también me facilitó la comunicación con la gente, conocerla en su cercanía, allanando los vínculos, fue el pago en domicilio de la Pensión Ley 4035 a personas ancianas y con discapacidad, práctica usual en ese momento.
Mi inserción a nivel comunitario fue propiciada por la Hna. Cecilia Furlanetto, Franciscana de Gante, quien desplegaba su tarea con las mamás y niños del Barrio Jesús Obrero, en el que se concentraban las familias más vulneradas y lo hacía con profundo compromiso. Cuando tomó conocimiento de la presencia de una “Asistente Social “, de inmediato me contactó para trabajar juntas. Ella tenía claro que una Profesional es un recurso humano y echó mano de este. Casi de inmediato se realizarían las primeras convocatorias para charlar con los vecinos, que pronto se fueron formalizando en una comisión y surge la red de agua como necesidad prioritaria, ya que sólo contaban con canilla pública. Se inician las actividades para recaudar fondos (Kermess, festivales folclóricos, jineteadas). Todo se invertía en cañerías y accesorios. Pala en mano, los vecinos encararon la excavación de las primeras cuadras. Por la tarde, la Hna. Cecilia brindaba la merienda, organizaba talleres de costura y charlas con las mamás. Yo me involucraba activamente en cada acción, tanto de la comisión barrial como de las últimas mencionadas.
Pronto, la comunidad organizada caminaba hacia una nueva meta, el Centro Comunitario, que sería alcanzada en 1987, con aportes propios, del Municipio y el Gobierno de E. Ríos. En dicho período se fueron sumando múltiples acciones. Por ejemplo en diciembre de 1984 se lleva a cabo el primer pesebre comunitario, para lo cual se coordinó con la mayoría de las Iglesias (Católica y Evangélicas) de la ciudad, que se repetiría año a año. Lo menciono, ya que permitió la articulación con otros actores de la ciudad, que se replicaría en un futuro próximo. También se emprendieron las huertas familiares.
En ese momento no existía Área Cultura Municipal, por lo que los primeros talleres fueron gestados desde la oficina a mi cargo. Mi práctica profesional estuvo ligada profundamente a esta temática. Comenzamos con talleres de folklore, teatro, el primer Centro de Artesanos Tradicionales, Escuela de Música, Colonia a Vacaciones, entre otros. Una de las experiencias más enriquecedora fue el “Teatro Comunitario”, para lo cual se contaba con talleristas profundamente comprometidas con la comunidad. Recuerdo el momento en que el Municipio realizó una plantación de árboles en el barrio “Jesús Obrero”. El taller de teatro realizó, con niños y jóvenes, una Obra “Plantemos un árbol contra viento y marea”, como herramienta de toma de conciencia. Se convocó a las familias con folletos impresos en mimeógrafo, que se distribuyeron en cada domicilio.
Se comienza a soñar con un “Jardín Maternal” que sería concretado en 1990, con activa participación, no solo de vecinos del barrio “Jesús Obrero” sino también Instituciones religiosas y educativas locales.
En Julio de 1985, el Honorable Concejo Deliberante propone la creación de un “Hogar de Ancianos” que también compromete a la oficina a mi cargo y que fuera gestionado a través de Asambleas. Se convocó a todas las Iglesias, Partidos Políticos y Juntas de Gobierno de la región. La misma modalidad se utilizó para formalizar los primeros planes sociales, a partir de 1988.
Otra experiencia que impactó en el vínculo con la Comunidad fue la concreción un barrio de Autoconstrucción de 20 viviendas, a partir de 1987, que implicó reuniones periódicas con los adjudicatarios y visitas casi cotidianas a la obra para colaborar en la superación de dificultades y mantener el clima de equipo.
Hoy miro aquellas experiencias como el territorio en el que se fuera gestando mi vínculo Profesional. Observando dicha práctica, a la distancia, me veo como una compañera de ruta de aquellas personas, construyendo un vínculo genuino, en un mutuo aprendizaje. Lo podría sintetizar en un “caminar junto a la gente”. Por supuesto que, desde mi condición de Trabajadora Social, sumaba el conocimiento profesional y por otro lado esa pequeña porción de poder (por ser funcionaria Municipal) que me permitía articular con otros estamentos del Estado Municipal, Provincial y Nacional y el acceso a determinado recursos disponibles a lo que he llamado “poder hacer”.
Considero que el vínculo gestado se debió particularmente a la tarea comunitaria y no sólo a la atención en oficina y visitas domiciliarias, evitando la burocratización del mismo, que es ver al otro como un problema a solucionar. Creo que el camino es entender, comprender, acompañar los procesos, ayudar a descubrir las propias debilidades y fortalezas, ser conscientes de que no existe una sola cultura (la nuestra), sino que hay un otro que tiene una historia y vivencias diferentes. O sea superar los obstáculos epistemológicos.
Es importante destacar, que el asunto que me ocupa, se desarrolló en un contexto histórico muy particular para los argentinos: el comienzo de la democracia y ansias de participación, reprimidas hasta ese momento. Otro factor fundamental fue un Estado presente, en su expresión más cercana, el Municipio, en una localidad pequeña.
Esta es una ajustada síntesis de aquella enriquecedora experiencia».
Ana María del Monte